Comentario
Las escenas de taberna, rnercado, cocina, etc., punto de partida de la pintura de género, como ya comentáramos, son evidentemente opciones naturalistas; frente a éstas, la alternativa, también naturalista, de Pieter Brueghel el Viejo (1525/30-1569) supone la plasmación de profundas reflexiones sobre el binomio naturaleza (paisaje)-hombre, en el especial medio flamenco, las tendencias de cuya plástica aúna sabiamente, y teniendo como trasfondo ideológico los presupuestos del Humanismo nórdico. De todo ello quedan excluidos las opciones y elementos clasicistas o italianistas, desarrollando una coherente producción que supone el contrapunto más significativo al Manierismo italiano. Su obra, resultado de un proceso intelectual y de carácter culto, pese a las apariencias, puede ser considerada como un personal manierismo, pero es, más que nada, lo opuesto justamente a una visión clasicista de la realidad.
Brueghel plantea como marco y ambiente de sus composiciones un paisaje real y de amplio despliegue, siguiendo la línea de Patinir. En algunas obras, el sentido de la animalidad y miniaturización de las figuras, señalados en El Bosco, es casi literal, como en El triunfo de la Muerte del Prado, o en su plasmación del tradicional tema nórdico Dulle Criet del museo de Amberes (la enorme boca abierta de un rostro hace las veces de una gruta en torno a la que pululan toda suerte de animales-personajes, que son una cita casi textual de El Bosco).
Manteniendo la miniaturización citada y con el despliegue paisajístico dicho, que llegará a convertirse en algo consustancial a su obra, lo fundamental de la producción de Brueghel insiste en presentarnos, siempre en clave real, toda una serie de escenas popular-campesinas donde lo grotesco se convierte en elemento clave (sus campesinos bailan, ríen, comen, duermen, etc., siempre grotescamente), en un personal proceso de asimilación y selección hecho sobre la caricaturización que señalábamos, con un profundo sentido crítico e irónico, en las coordenadas aludidas de "el mundo al revés" de los "Adagios" y del "Elogio" de Erasmo. De este modo, sin el menor atisbo de idealismo y como una auténtica sátira plástica, desarrolla su obra en la que, en general, el tema se disuelve en la infinitud de sus paisajes, tanto si son mitológicos (Caída de Icaro) como religiosos (Subida al monte Calvario) o histórico-legendarios (La Torre de Babel, aquí también la mole arquitectónica es tratada como paisaje real). Pero donde quizá mejor se plasme el carácter radicalmente crítico de su grotesca visión de la realidad es en las composiciones que inciden sobre un peculiar mundo rústico y campesino, que ya hoy asociamos al artista (Juego de niños, Danza de campesinos, Boda de campesinos), a veces con alusión a las faenas agrícolas (ciclo de Las estaciones del año), en otras ocasiones, con implicaciones moral-populares (El combate del Carnaval y la Cuaresma, La parábola de los ciegos, El país de la cucaña), o como ilustraciones plásticas de refranes y proverbios populares -con la importancia que éstos tienen en el mundo flamenco- como expresión y conocimiento de la realidad- en su serie Los proverbios flamencos.
Un cierto sentido abstractizante puede pautarse, por ejemplo, en su Cacería invernal (1565) del Kunsthistorisches Museum de Viena; jinetes, caballos, lebreles y pelados árboles, en negro, marrón o verde muy oscuros, se recortan geométricamente sobre el blanco infinito del paisaje nevado. Más interesante nos parece, sin embargo, su Adoración de los Reyes Magos (1564) de la National Gallery de Londres. El ambiente popular es el de Brueghel, que afecta a la propia arquitectura (en realidad, unos pocos maderos torcidos y mal clavados insinúan el cobertizo de Belén); lo grotesco se aplica a todas las figuras, de modo especial a los miembros de una extraña comitiva militar que presencia el evento, pero también afecta a los protagonistas del cuadro (Reyes Magos, Virgen y Niño). No obstante, lo que resulta más extraordinario es el canon enorme de algunas figuras, el toque ácido en colores de ciertas vestimentas y, sobre todo, el agobio espacial de la composición, llena materialmente de figuras; de ella ha huido completamente esa infinitud de paisaje habitual en Brueghel.